26 de febrero de 2014

Cuba ¿Diálogo o confrontación?

Cuba: ¿Diálogo o confrontación?
Embargo y Posición Común conviven con detenciones arbitrarias, juicios
amañados, golpizas y mítines de repudio
miércoles, febrero 26, 2014 | Miriam Celaya

LA HABANA, Cuba. – Ciertamente, ni la Posición Común ni el embargo han
logrado forzar cambios significativos en la realidad cubana ni han
debilitado a la dictadura. Tampoco la distensión y los intentos de
acercamiento político lo han hecho. El régimen nunca se ha sentado en
una mesa de negociaciones cuya agenda implique compromisos con el
respeto irrestricto a los derechos humanos de los cubanos.

Hoy por hoy los motivos por los cuales se establecieron tanto el embargo
como la Posición Común se mantienen en pie, mientras en la Isla las
detenciones arbitrarias, los encarcelamientos, los juicios amañados, las
golpizas y mítines de repudio, los encierros domiciliarios, los
allanamientos y otras lindezas represivas, se han incrementado en los
últimos años.

El régimen no solo se recicla sino que se ha vuelto creativo. Ahora
dicta medidas que flexibilizan relativamente la rigidez de las décadas
de fidelismo, como la permisión a los cubanos de la compra de
computadoras y del servicio de telefonía celular, del hospedaje en
hoteles antes solo destinados al turismo extranjero, la compra-venta de
casas y automóviles, el restablecimiento del trabajo por cuenta propia
en varios renglones de la economía interna y desde enero de 2013 la
supresión (aunque condicionada) del permiso de salida para viajar, entre
otras, todas ellas con poco o nulo impacto al interior de la Isla. Sin
embargo, con esto ha logrado que una parte de la opinión pública perciba
"signos de progreso" en materia de derechos humanos en Cuba.

Diálogo o confrontación

Nos agrade o no, existen intereses externos hacia Cuba destinados a
incidir con fuerza en el juego político. Son intereses pragmáticos,
razón más que suficiente para dejar de lado los romanticismos y las
pasiones y tratar de utilizar la coyuntura de forma racional. La
situación actual ha variado respecto de años anteriores, pero las
opciones para promover los cambios siguen siendo las mismas:
confrontación o diálogo.

La confrontación desde el exterior no ha tenido el éxito esperado ni ha
acortado el tiempo de la dictadura; en cambio, ha alimentado la retórica
oficial. En cuanto al interior de Cuba, sabemos que no se producirán una
Primavera Árabe, manifestaciones públicas ni levantamientos populares,
no porque el pueblo apoye de manera aplastante la gestión del gobierno o
confíe en el sistema, sino porque objetivamente no existen fuerzas
organizadas ni capacidad de convocatoria en la sociedad civil para hacer
esto posible, por razones que no resulta oportuno analizar aquí.

Por demás, la mayoría de los cubanos y la casi totalidad de la
disidencia rechazan la vía violenta y apuestan por el diálogo, lo que no
significa una renuncia a democratizar el país. Por el momento, el signo
más visible de disidencia lo sigue marcando el éxodo.

El diálogo, por su parte, podría ser la opción más viable y menos
traumática tras medio siglo de desgaste sin resultados. Es, además, una
vía inédita, debido a la reticencia de un régimen sobrado en consignas
para atizar la beligerancia pero pobre en argumentos a la hora de
defender sus posiciones ante una mesa de negociaciones. Así, el reto
para el éxito de una negociación estribaría, por una parte, en las
habilidades políticas de los interlocutores, cuáles serían las agendas
–piedra angular de todo diálogo– y los beneficios de las partes; y por
otra, en lograr que el régimen no imponga su programa.

Hasta el momento, la oposición, con sus reclamos de plenos derechos y
libertades democráticas, nunca ha sido considerada como posible
dialogante, so pretexto de la descalificación oficial ("organizaciones
mercenarias al servicio de una potencia extranjera"). Tampoco ha
conseguido la fuerza social ni la coordinación interna suficiente para
imponer su representación en una mesa de diálogo. Por esta razón las
esperanzas de la oposición y de otros sectores de la sociedad civil
residen en que las agendas de los interlocutores reconocidos por el
régimen incluyan sus reivindicaciones. En tal caso, el diálogo se
presentaría como una opción positiva.

Las partes del elefante

La conveniencia o no de buscar un camino de diálogo y acercamiento con
el régimen de La Habana suele comportarse al estilo de aquella fábula en
la que cinco ciegos describen al elefante según la parte del animal que
cada uno palpa, de forma tal que ninguno alcanza a formarse una idea
completa de su verdadera fisonomía.

En la saga cubana, el paquidermo sería el camino del diálogo, ante el
cual cada sujeto o grupo se aferra solo a una parte, mientras la
solución permanece fragmentada e inalcanzable. El asunto no es trivial,
puesto que cualquier paso que se tome en las actuales circunstancias
influirá decisivamente en el destino, no ya de los intereses de
empresarios y políticos de acá y acullá por separado, sino de millones
de cubanos. Huelga decir que nos concierne a todos.

Valdría, entonces, superar las catarsis a fin de apuntar soluciones más
actuales; algo fácil de decir, pero difícil de hacer. El escenario es
complejo y los actores múltiples, con roles diversos, no siempre
suficientemente claros, por tanto lograr programas y acciones comunes
parece inalcanzable a la luz del escenario actual. Y mientras los
cubanos perdemos el tiempo dirimiendo si se trata de galgos o de
podencos, el régimen de La Habana continúa ganándolo.

Los factores de presión

En otro nivel de análisis, el embargo de EEUU, vigente desde 1962 como
respuesta ante las confiscaciones de las propiedades estadounidenses en
Cuba, ha sido un factor tan importante de presión sobre el régimen que
ha ganado protagonismo en el discurso oficial, en particular desde el
desplome del comunismo europeo, constituyéndose –a la vez que la
justificación más expedita para mantener el estado de sitio al interior
de Cuba– en el vórtice sobre el que giran los enfoques de los cubanos de
la oposición y de la emigración. La medida, fundada sobre bases
económicas, pronto devino fundamento político de las relaciones entre
los gobiernos de ambos países.

Pese a esto, la actual administración estadounidense ha dado pasos en la
flexibilización del embargo sin que se registre una respuesta
equivalente en materia de derechos humanos por el régimen castrista.

Ahora bien, para que el levantamiento del embargo resultara en beneficio
de los cubanos tendrían que existir las premisas políticas y las
garantías jurídicas necesarias y suficientes para el pleno ejercicio de
las libertades que hasta hoy nos son negadas. Tales premisas se
aplicarían también a los empresarios cubanoamericanos que eventualmente
invirtieran en Cuba.

Por lo pronto, más allá de encuestas y especulaciones, nada sugiere aún
que el embargo será derogado a corto plazo. En cuanto al empresariado
cubanoamericano como potencial inversionista en la Isla, todavía se
desconocen sus credenciales u otros detalles de sus (hasta ahora)
supuestos acuerdos con la casta verde olivo, por lo que cualquier ataque
contra ellos es anticipado. No obstante, en un escenario de transición
serían una opción plausible y oportuna.

La Posición Común, por su parte, surgida en 1996 sobre bases
esencialmente políticas, no ha sido impedimento para las inversiones de
empresarios europeos en Cuba, no ha obstaculizado la firma de acuerdos
bilaterales con países de ese continente ni ha condicionado el comercio
de los miembros de la UE con la Isla. Como instrumento de presión
política aporta las condiciones propicias para establecer un diálogo con
La Habana.
No es "confiar", sino de actuar

Algunos analistas que privilegian la opción del diálogo han señalado que
la oposición democrática en la Isla y quienes desde el exterior
simpatizan con su causa deben estar alertas en torno a la agenda de las
negociaciones de la UE con La Habana, a fin de que ésta incluya el
respeto a los derechos humanos, largamente vulnerados aquí. Sin embargo,
para esto sería cardinal que las representaciones diplomáticas europeas
ampliasen el intercambio con los actores de la sociedad civil y que
éstos consolidasen también posiciones comunes. Esto último ha sido un
escollo tan fuerte para el triunfo de sus propuestas como la propia
represión gubernamental.

Hoy los planes de la UE conducen a un mayor avance, complementados por
los contactos que ha sostenido regularmente desde 2013 con el Grupo
Consultor de la sociedad civil independiente, una amplia y diversa
representación de activistas quienes constituyen un elemento de
intercambio importante al transmitir propuestas y servir de puente, a
través del cual se actualiza periódicamente un informe sobre la
situación real en la Isla y sus posibles salidas.

Esto plantea un precedente que favorecería la inclusión de las
aspiraciones de un sector nunca antes llevadas a una agenda de diálogo,
legitimándolo y facilitando su inserción en negociaciones futuras. Sería
el inicio de una política de presión más completa y potencialmente más
efectiva que la seguida hasta el momento y una posibilidad a la que no
deben permanecer ajenos los representantes de todas las tendencias de la
disidencia interna cubana.

Por el momento, la intención de la UE se orienta a la búsqueda de
acuerdos de cooperación bilaterales sin que esto constituya un cambio
respecto a la Posición Común. No obstante, las presiones políticas de
ésta serían más efectivas en la medida en que la sociedad civil cubana
ganara en fuerza y cohesión. En ese sentido, asumir el diálogo de la UE
con La Habana como una oportunidad y ponerse en consonancia, disminuiría
los riesgos de un nuevo fiasco y ayudaría a superar los escepticismos.

Source: Cuba: ¿Diálogo o confrontación? | Cubanet -
http://www.cubanet.org/destacados/cuba-dialogo-o-confrontacion/

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