30 de julio de 2015

Las Damas de Blanco, ¿un cadáver político?

Las Damas de Blanco, ¿un cadáver político?
Muchos opinan que esta organización está perjudicando hoy, más de lo que
beneficia, al movimiento opositor
miércoles, julio 29, 2015 | José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba. – No sólo por lo que hicieron, que es bien meritorio,
sino por lo que continúan haciendo ahora mismo como el grupo de protesta
popular organizada y pacífica más sobresaliente de la oposición en Cuba,
las Damas de Blanco merecen nuestro voto de fiabilidad. Si nos
inspiraron con su serena firmeza en los peores trances, no creo que sea
justo, ni bonito, que hoy, cuando atraviesan ellas por un mal momento,
las enjuiciemos con sobrada pasión y escasa consideración.

Lo digo porque después de la publicación de aquellos videos con imágenes
sobre una ciertamente penosa crisis interna en el grupo, no son pocos
por acá los que consideran que las Damas de Blanco van camino a
convertirse en un cadáver político. Personalmente he escuchado opiniones
muy drásticas, desde que esta organización está perjudicando hoy, más de
lo que beneficia, al movimiento opositor, hasta que su líder, Berta
Soler, reaccionó ante la crisis asumiendo una actitud que no se
diferencia en mucho a la de los caciques del régimen.

Uno puede hacerse el bobo y guardar silencio ante lo ocurrido, así como
ante las opiniones -honradas y sinceras, aunque un tanto extremas- que
ha generado en los ambientes disidentes y contestatarios de La Habana.
Uno puede morderse la lengua bajo la conservadora anuencia de no
revolver la porquería más de lo que ya está. También podemos servirnos
del mismo prejuicio anticívico que tanto gusta al régimen, ese de no
airear los trapos sucios del amigo para no regalarle argumentos al
enemigo. Pero no creo que tales actitudes armonicen con el
comportamiento ciudadano que forma parte de nuestras aspiraciones en
tanto soñadores con un futuro en democracia para Cuba.

Si al final son ellas las que resuelven transformar su organización para
elegir otros métodos de lucha contra la dictadura, será su decisión y
también debemos respetarla. Pero que sean las Damas de Blanco, todas en
conjunto, no sólo algunas de ellas, quienes dispongan cómo deben
remontar su crisis, sin que se inmiscuyan personas no afiliadas al
grupo, sean quienes fueren, y sin que sientan la presión de nuestra
intolerancia, por bien intencionada que sea.

Particularmente, considero que a las Damas de Blanco les queda mucho por
hacer todavía. De hecho, en este mismo minuto continúan manteniendo en
vilo a las fuerzas represivas del régimen, tal como lo hicieron siempre,
lo cual quiere decir con mayor constancia y notabilidad que cualquier
otro grupo opositor. Si el régimen lograra quitarse de encima el peligro
presente y potencialmente futuro que ellas representan, estaría
neutralizando en la base un foco de resistencia masiva capaz de propagar
su ejemplo por las calles, ordenadamente, sin resentimientos ni
violencia, pero con una firme claridad de miras.

Esto no significa, desde luego, que debamos hacernos los suecos ante las
probadas irregularidades que tuvieron lugar dentro del grupo. Me parece
ingenuo o hasta cínico pensar que si nos limitamos a verter opiniones
soterradas a nivel local, sin abordar con responsabilidad el asunto a
través de los medios de prensa anti-régimen, todo podría seguir igual
que antes, aún más cuando las Damas de Blanco no se amilanaron por lo
ocurrido y continúan batallando.

No hay por qué temer que tantos cubanos que sueñan con la democracia
vayan a dejar de admirarlas y alentarlas por el primer resbalón en toda
la historia de su vida pública. Mucho menos si además de mantener su
lucha, ellas demuestran al fin tomar medidas sólidas y democráticas para
que no se repita.

¿Dejaron la ONU, la UNESCO o la UNICEF de apoyar y elogiar a nuestra
dictadura, a pesar de tantas escandalosas pruebas de todo lo malo que
existen en su contra?

¿Se avergüenzan y retiran su apoyo al régimen tantos intelectuales de
renombre, dentro y fuera de Cuba, debido a su obvia complicidad con la
masacre de la Plaza de Tiananmen, o con los gulag soviéticos, o con los
exterminios étnicos de Husein y Milosevic? Los caciques de la Isla han
confraternizado con algunos de los más sobresalientes represores o
terroristas de estado y ladrones que registran hoy los anales del
oprobio mundial. Muchos de ellos fueron acogidos aquí en visitas
oficiales. Y muchos recibieron condecoraciones en actos solemnes,
celebrados ante la imagen de José Martí. Durante más de medio siglo el
país fue refugio y escuela de etarras y guerrilleros, así como de la más
diversa laya de criminales y subversores de la paz y de las normas
democráticas en sus respectivas naciones. Más de un asesino
internacional prófugo y de un narcotraficante en desbandada se han
paseado entre nosotros como por su casa. ¿Debemos entonces enfilar
cañones contra las Damas de Blanco cuando ese mismo régimen,
aprovechándose de un presunto bajón en su prestigio, les atoja con mayor
saña sus perros represivos y arrecia su propaganda de descrédito dentro
y fuera del país?

¿Son comparables los exabruptos de Berta Soler en un mal momento (en que
peligraba la existencia de la organización) con el estilo de fría y
desfachatada autocracia, soberbia, arrogancia… que caracteriza
permanentemente a los caciques?

Dados a comparar, tal vez resulte más saludable poner en la balanza el
torpe comportamiento de Berta ante aquella situación clímax que fue
recogida en el video de marras, con la actitud que asumió en octubre de
2004, al decidir plantarse frente a la sede del Comité Central del
Partido Comunista de Cuba, en la Plaza de la Revolución, exigiendo
atención médica para su esposo, enfermo, abandonado y sin asistencia en
un infrahumano calabazo del interior del país. Ella había prometido
públicamente que permanecería día y noche en aquel sitio, en tanto su
esposo, Ángel Moya, no fuera trasladado a La Habana para recibir una
intervención quirúrgica de urgencia. Y en tal posición se mantuvo
durante dos días íntegros, sin que nada ni nadie lograse moverla de su
sitio hasta que, finalmente, al régimen no le quedó otro remedio que
claudicar.

No es que las glorias pasadas justifiquen las equivocaciones presentes.
Menos aún que a costa de lo que hizo bien ayer, alguien tenga derecho a
hacer hoy mal las cosas sin necesidad de enmendarse y de rendir cuentas,
cuanto antes mejor. Esa es una licencia que únicamente se toman, sin que
nadie se las haya otorgado, los caciques del régimen. Marcar distancia y
categoría ante ellos es obligación moral para nuestros activistas
pro-democracia. De modo que si se equivocan, se impone esperar que
rectifiquen. Y es justo a lo que me refiero cuando hablo de concederles
a Berta y a las Damas de Blanco un voto de fiabilidad.

Source: Las Damas de Blanco, ¿un cadáver político? | Cubanet -
https://www.cubanet.org/destacados/las-damas-de-blanco-un-cadaver-politico/

No hay comentarios:

Publicar un comentario