29 de agosto de 2015

La generación perdida

La generación perdida
JORGE OLIVERA CASTILLO | La Habana | 29 Ago 2015 - 12:29 pm.

'Todos nacimos en 1961, dos años después de una revolución que nos llenó
de angustias y falsas promesas.'

Hace unos días Rafael me aseguró que él pertenecía a la generación
perdida. Tenía aliento etílico, pero no estaba borracho.

Sus ropas empercudidas y la voz ronca, supongo que por el reiterado
consumo de bebidas alcohólicas, me condujeron a pensar en la validez del
término que repitió dos o tres veces durante nuestra breve conversación
en las inmediaciones de la calle Compostela, en La Habana Vieja.

No me atreví a decirle que esas dos palabras identificaron a un grupo de
notables escritores que vivieron en París y otras ciudades del viejo
continente, desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la Gran
Depresión. Mucho menos hacerle saber que la escritora y poetisa
estadounidense Gertrude Stein fue la que acuñó el término, popularizado
más tarde por Ernest Hemingway, en dos de sus libros.

A mis recuerdos vinieron los años en que estudiábamos en la escuela
primaria Adalberto Gómez y posteriormente en la secundaria Forjadores
del Futuro.

Eran los años de la inocencia y las ilusiones de que íbamos a alcanzar
el éxito en todos los proyectos que cada cual consideraba esencial para
ser feliz.

Hacía cerca de dos años que no veía a Rafael por el barrio. Me explicó
que estaba preso por vender cuatro paquetes de galletas. Fue juzgado por
actividad económica ilícita. No indagué sobre el monto de la condena. Me
dijo, sin yo preguntarle, que le faltaban ocho meses para extinguirla.

En su antebrazo derecho colgaba una camisa de hilo.

"¿La quieres? Está barata. Dame dos pesos [3 dólares al cambio] y es tuya."

Rechacé la oferta, advirtiéndole que había visto un policía en la
esquina. De ser sorprendido, su libertad condicional podría ser revocada.

No averigüé la procedencia de la prenda de vestir. A fin de cuentas no
la iba a comprar.

En el encuentro anterior, Rafael me puso al corriente de su dramática
existencia. La muerte de su madre, el derrumbe total de su casa y su
primera experiencia carcelaria tras una airada discusión con un policía.

"Duermo donde me coja la noche. Tengo que estar borracho las 24 horas
del día para ni pensar en la vida de perro que llevo. Vivo al día con lo
que cojo en alguna tendedera o me dan para revender. La vida me tumbó
por knock-out y a estas alturas de la pelea difícil pueda levantarme.
Hace un mes que cumplí 54 años", sentenció con su voz de trueno.

Antes de despedirse me pidió dinero. Le di algo sin pensar que tal vez
lo gastaría en varios tragos de ron barato.

Mientras enrumbaba mis pasos hacia la casa, medité sobre el destino de
Luis, que pudo sobrevivir al desplome del cuarto donde vivía y ahora es
un pordiosero que ocasionalmente revende periódicos; en Lorenzo que
murió fulminado por el alcohol; en el suicidio de Lázaro con aguardiente
y somníferos por no encontrarle sentido a vivir como un esclavo del
Estado; en Dagoberto, que malvive en un cuartucho apuntalado y sin
ventilación con una diabetes que lo está matando.

Todos nacimos en 1961, dos años después de una revolución que nos llenó
de angustias y falsas promesas.

Dentro de una década, estaremos en el umbral de la tercera edad, quizás
muertos o con muy pocas fuerzas para cumplir con los reglas del
capitalismo de Estado que se construye, según el general-presidente, sin
prisa, pero sin pausas.

Source: La generación perdida | Diario de Cuba -
http://www.diariodecuba.com/derechos-humanos/1440430611_16517.html

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